El valor de la empatía en la relación con nuestros hijos

Empatía

A menudo decimos que con los niños hay que tener paciencia. Sin embargo, la paciencia es limitada y muchas veces la perdemos. Aunque no queramos es inevitable. El cansancio, el ritmo de vida frenético que llevamos y la autoexigencia son malos compañeros de viaje en la crianza de nuestros hijos. Por ello, nada mejor que empezar a cambiar el chip y cambiar la paciencia por la empatía.

El valor de la empatía en nuestras relaciones sociales y familiares es incalculable pero no siempre sabemos hacerlo. Con nuestros hijos ocurre exactamente igual: nos cuesta ponernos en su lugar. En su piel. Y no es una tarea fácil pero, ¿cómo vamos a pedirles que ellos sientan empatía hacia los demás si nosotros mismos no somos capaces de tenerla hacia ellos?

La empatía se aprende. Cuando nuestro hijo llora está manifestando un sentimiento (tristeza, rabia, incomprensión, dolor, impotencia…) o una necesidad. Especialmente cuando el motivo del lloro es acompañado de una rabieta (se producen especialmente entre los 2 y los 4 años) nos cuesta más entender lo que está pasando y cómo debemos reaccionar. En estos casos, la paciencia termina por agotarse fruto del cansancio y del enfado. Si cambiamos la resignación y la paciencia por la comprensión y la empatía, será mucho más sencillo para todos.

¿Cómo se siente nuestro hijo? ¿Cuál es el motivo de su rabia, pena, tristeza, enfado? ¿Se puede hacer algo para solucionarlo?

Mostrar empatía no significa no poner límites o aceptar todo lo que nuestro hijo pida sino entender lo que está pasando y acompañar. Hacerle ver que realmente nos ponemos en su lugar, entendemos lo que está pasando. Y que eso que está ocurriendo no es una tontería sin importancia porque lo que a nuestros ojos de adulto puede parecer nimio, para un niño puede ser un mundo.

Con la paciencia nos obcecamos en lo que está pasando, que es probablemente desagradable, y nos sentimos molestos o enfadados con la situación aunque lo neguemos. En cambio, cuando nos ponemos en el lugar del otro, es mucho más fácil “soportar” lo que pasa porque ya no es una obligación sino, más bien, algo automático. Además, la empatía nos permite interpretar de forma mucho más real determinadas situaciones y nos ayuda a entendernos también a nosotros mismos porque lo que vemos a través de los ojos de otra persona también nos permite vernos mejor a nosotros.

Si los padres conseguimos mostrar al niño que entendemos lo que ocurre y que sabemos cómo se siente, no sólo se sentirán acompañados y comprendidos sino que estaremos enseñándoles el valor de la empatía.

Evitar mostrar enfado, aburrimiento o faltas al respeto (expresiones del tipo “Eso es una tontería”) ante lo que sienten contribuirán siempre a una mejor relación con ellos pero también con nosotros mismos.

¿Qué os parece? ¿Practicamos el valor de la empatía con nuestros hijos?

En Crece Bien somos profesionales con amplia experiencia en inteligencia emocional. Si tienes alguna duda o necesitas alguna recomendación, te animamos a que contactes con nosotros, estaremos encantados de atenderte. Puedes hacerlo en el correo electrónico informacion@crecebien.es o en el teléfono 910002602.